Larga espera

Volvió a lanzarle otra mirada al español, en el fondo, le gustaba joderlo, aunque por lo visto se llevaba mejor con Pedro, pero, aun así, era divertido molestarle. Después de todo, lo consideraba como un padre para el.

- Eh…Si Pedro…

Volvió a perderse en sus recuerdos. Cunado Antonio tocaba la guitarra, el podía pasar horas junto a el, disfrutando de su voz y de la música… ¿Qué había cambiado? Si es que ahora, Antonio era menos sádico y cruel que antes, ¿Por qué seguía culpándole, por cosas del pasado?

- Lo siento, yo…

Se levantó y se sentó junto a Pedro. Suspirando con fuerza. Era una mala idea. Ir por ahí, demostrando lo que pensaba y dejando de tratar mal a Antonio. Era muy mala idea.

-Olvídalo.

Se sentó en la mesa, apoyando un pie sobre una de las butacas. Así los podría ver mejor y charlar con ellos tranquilamente.

Como antes, se dijo.

Miró a Pedro, tratando de alejar los pensamientos que irremediablemente salían a flote cuando le hablaban de alguno de sus pequeñajos. Porque sí, Antonio aún los veía así. Era tan patético como... Estúpido. Se sonrió con una pizca de tristeza.

-Claro, aún la toco -respondió, recuperando la jovialidad de siempre-. Pero no me la he traído; ya sabes, se supone que esto es algo formal. ¿Te imaginas la cara de todos si de pronto me vieran entrar con la guitarra? -dijo, sin poder evitar soltar una risa airosa. Sería genial verlo, sin duda.

Para su sorpresa, vio a Manuel acercarse a ellos. Eso era algo que de verdad no esperaba. Lo más normal era que se quedara ahí solo, mascullando no sé qué de azufre y Alfred, acompañado de alguna mirada asesina dedicada a él. Si fuera un dibujo, seguro que le caería una gota de la sien al imaginarse esos ojos fijos en él con molestia.

Aún sin salir del todo de su asombro, esbozó una sonrisa radiante. Era una sensación extraña el tenerlos allí, como... Como antes, sí. Como antes siempre. Siempre al pasado. Se reprendió a sí mismo; debía de mirar hacia delante de una vez.

-Hey, Manu -saludó, mirándolo directamente con innegable curiosidad-. ¿Y ese cambio de actitud?

Sí, hacia delante. Pero picarle seguía siendo divertido.

Le sonrió un segundo , pero luego volvió a tomar su expresión anterior. No quiere darle ideas. Aun le odia, pero…Si vinimos a esta conferencia, fue para resolver nuestras diferencias y…

-¿Qué cambio de actitud, anormal? Solo he venido porque quería decirle algo a Pedro.

El sigue sonriendo con esa expresión típica de el, rayando en lo estúpido. Que por alguna razón enfada a Manuel, es que ¿Cómo puede reír así alguien que ha hecho tantas cosas?

-¿O es que no puedo estar aquí? Como soy sudaca.

Esboza una pequeña sonrisa, que al instante ahogó, desde mas cerca, le hace sentir como cuando se conocieron, cuando pensaron que siempre iban a estar con el y depender de su protección.

- Eh, Antonio… Gracias.

Susurró. Volteando el rostro, evitando verlo.

Pedro sonrió mucho más aliviado al saber que compartiría un poco de tiempo con uno de sus hermanos, y con aquel que le enseño una forma distinta a la que estaba acostumbrada. ¿¡Cuantos años había pasado desde que no veía a Antonio!?

Pedro no supo que responder. Muchos, y largos años… que no le había visto, que no le había hablado, y no había tenido el valor para poder de nueva cuenta entablar aquella relación extraña que ambos tenían. Conquistador, y conquistado. Fuerte y débil. Esplendor y decadencia. Muchas cosas había pasado, desde el primer momento que le había visto. Muchas e incensarías muertes, guerras, y malos sabores había vivido y probado Pedro. Y, ahora, en ese momento se sintió un poco más feliz, al saber que… aunque el peso de pasado seguía ahí latente para él y Antonio, deseaba en sobre manera pasarlo, y crear un futuro menos doloroso.

—Venga, hombre -dijo al tiempo de tocarle el hombro al español-, deja de molestar a Manuel… -sugirió el moreno-, Sabes como es… Sobre todo si hablamos de… -callo antes de continuar hablando.

Pedro miro su reloj con cierto enfado, pensando seriamente que ese rubio tonto en verdad… se estaba tomando su tiempo.

—Simplemente no me acostumbro a estas juntas… en verdad –suspiro, antes de susurrar-, estúpido Alfred...

Rió despreocupadamente.

-Tampoco es para que te pongas así, Manuel. Sólo me extrañó.

Guardó silencio, mirándole con sus ojos verdes algo entornados y una sonrisa tranquila. No se lograba acostumbrar a la sensación de tenerlos ahí. Aún se sorprendía de que le dirigieran la palabra.

Miró un momento al suelo, frunciendo el entrecejo. Cuanto más intentaba no acordarse, más lo hacía. Se tragó un suspiro, volviendo a mirarle. Había dicho algo, pero no alcanzó a oírlo bien.

-¿Ah, qué has dicho, Manuel? -quiso saber con amabilidad. De pronto sintió la mano de Pedro en su hombro y torció la cara para mirarle con curiosidad. Soltó una risa- Yo no me meto con él, lo que pasa es que es un cabezota.

Apoyó ambas manos en la mesa, echándose un poco hacia atrás. Poco correcto para encontrarse donde estaba, pero prefería no pensar en ello y disfrutar hasta que empezase lo aburrido.

—Alguien me puede decir… ¿¡Puedo tomar un refresco!? –Pregunto curioso-, tengo sed… -les dijo-

Pedro se viro a mirar directamente a Antonio, mientras se sacaba de su ropa, algunas papales de colores.

—En verdad, ¿Cuánto vamos a esperar? Acaso, siempre las juntas son de esta forma… -siguió hablando para si mismo en voz alta al tiempo de cortar algunos de los papeles-, oh, cierto… Antonio, ¿Crees que pueda pasar unos días contigo?... –le pregunto emocionado- ¿Puedo? –volvió a repetir con un extraño brillo en sus ojos oscuros-

Observa al moreno con una ceja enarcada. ¿Es que así es como consigue tantas concesiones diplomaticas? Porque, claro, si uno no folla con todo el mundo, no te dan nada.
Además, que le ha quedado gustando de la otra vez. No es que a el no le haya gustado, pero… No le va ser tan puta.

- Ah…Parece que sobro.

Susurra, pesadamente, vuelve a su sitio. Dejándoles a sus espaldas. Lo ultimo que le interesa ahora, es escuchar como Pedro liga con Antonio.
Si quieres tema, pídele y ya. No andes con rodeos e insinuaciones. Bufa con fuerza.

Y ademas, ¿Donde mierdas estara metido Alfred? ¿ A quien va a fastidiar mientras tanto? Otro suspiro. Todos encajan y tiene amigos y son unos con otros, pero... ¿Que hay de el? ¿Es que no merece amigos?

El corazón le dio prácticamente un vuelco.

-¿E-En serio lo dices, Pedro? -preguntó, desconcertado. No es que le molestara -ni mucho menos, al contrario: lo aliviaba de alguna manera-, pero de todas maneras, tal vez por la distancia y el enfriamiento de su relación, aquello le pilló por sorpresa-. Bueno, claro, digo... Sí, por supuesto. Mi casa es tu casa -añade, frotándose la nuca con nerviosismo-. Cuano quieras puedes...

Lo que iba a decir quedó ahogado por la frase hastiada de Manuel. ¿Decía que sobraba? ¿Qué mosca le había picado?

-¡Oye! -le llamó. Al no recibir respuesta, se levantó de su lugar; tomó a Pedro de la muñeca y lo llevó con él hacia Manuel-. Hey, ¿y ahora qué te pasa? -preguntó, con voz modulada y una sonrisa, pretendiendo animarle sin saber muy bien la razón del enfado del menor.

Estaba preparando un poco de su té preferido, cuando de repente escucho que llegaron nuevos integrantes a la reunión, saludo respectivamente. Para su desgraciada, había llegado Antonio, si bien aun existía algún resentimiento por su época de piratería. Una leve sonrisa se dibujo en su rostro al recordar aquellos tiempos, sin duda fastidiar y en algunos casos torturar al español había sido demasiado agradable.

Mientras tomaba la taza de té y regresaba a su lugar, escucho como el resto empezaba a mencionar con insistencia el nombre de “Alfred”. Cuando se sentó, rápidamente apoyo su rostro en su mano y hizo una mueca de desagrado.

Acaso no pueden hablar de otra cosa?

Suspiro antes de tomar un poco de té y comenzar a leer un libro que había traído entre los papeles correspondientes para la reunión.

- Y una mierda, no me pasa nada.

Susurra, desde el refugio de sus brazos.

-¿Que haceis jodiendome? No os lo he pedido.

¿Por que?¿Que es esta sensacion?
¿Es que esta celoso de la suerte de Pedro? ¿ De ser aceptado por Antonio? De no ser uno de los primeros que tuvo la voluntad para sacarlo de su vida para -lo que el creia- siempre, ¿Habria sido diferente?

Sin darse cuenta, comienza a sollozar, perdiendo el control por primera vez. Quiere gritar y mandarlo todo a la mierda, pero sobre todo, no quiere que lo vean. Debe mantener su actitud, nadie debe saber que ha estado llorando.

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Si, medio bipolar el pobrecico.
Pero es que me aburria xD

Pedro sonrió más aliviado al escuchar la respuesta de Antonio; sin embargo escuchar a Manuel responder de esa forma, le hicieron sentirse un poco mal, y odiado.

—Yo… -dijo nerviosamente-

Al sentir el agarre de Antonio, no pudo evitar sonrojarse un poco. Él mayor le estaba jalando hacia donde se encontraba un enojado Manuel.

—No digas esas cosas… ¿Por qué no tu también te vienes unos días? –Pregunto un poco emocionado-, podríamos ir a comer paella, ¿Verdad, Antonio?

Pedro callo. Esperanzado que Manuel aceptara la invitación. Él sabía perfectamente el carácter arisco que llegaba a tener, sobre todo… si Antonio se encontraba cerca de él, y nuevamente maldijo al idiota de Alfred por dejarlo solo.

El moreno sonrió amablemente, antes de tomar la mano de Manuel con fuerza.

—Tú nunca vas a sobrar, sabes que eres muy preciado… -le jalo un poco una de sus mejillas-, pienso que puedes patear a Antonio, para que dejes salir todo ese coraje… -rio un poco ante su ocurrencia-, bueno… ¡Es broma! Tengo sed, en verdad, ¿Aquí no hay refrescos? –sonrió, nervioso al ver como Arthur les mirada evaluativamente, y se sorprendió al ver como sonreía ladinamente al enfocar su vista en Antonio.

Pedro no puedo evitar mirarle, y sonreírle de forma un poco mucho más nerviosa que de costumbre. Pedro no sabía cómo era el ingles en realidad, porque, según recordaba nunca había tenido mucha oportunidad de convivir con él. Algunas veces, sabia de ese chico, por la boca de Alfred, pero, en definitiva, de todas las personas que estaban en ese lugar. Arthur le ponía un poco incomodo, y sobre todo nervioso. ¿¡Por qué!? Pedro no lograba entender aun.

-Claro, Manu -sonrió, recalcando el diminutivo a propósito; no sabía qué hacer para que dejara de tener esa actitud tan rara, así que optó por sacar al Manuel que siempre le contestaba de alguna manera hiriente. Se lo perdonaría por hoy-. Comeremos paella y os invitaré a sangría, ¿eh? ¿De acuerdo? -terminó, dándole una amistosa palmada en el hombro.

Mientras lo hacía, desvió la vista al otro lado. Se encontró con la mirada de Arthur. No había reparado en él. La sonrisa se le empequeñeció; pero ahí permanecía. No se iba a acobardar, por mucho que hubiera sucedido en el pasado. Al fin y al cabo, no sería justo; ¿no le dolía a él todas las barbaridades que cometió? Tal vez a Arthur también.

Rió por lo bajo. Ahí se apreciaba el buen humor español: con los chistes malos.

-¿Y bien? -volvió a clavar sus ojos verdes en Manuel. Tenía que aprovechar cada rato que pasase con ellos, así que prefirió olvidarse de lo demás.

—Oyes, Antonio, -susurra cerca del oído del español- ¿Arthur y tú no se llevan bien? –Pregunta curioso-, es que… te mira de forma… ra…rara… no sé, me pone un poco nervioso…-informa, antes de tomarle el brazo, y estrujarlo un suavemente-. Espero que no caerle demasiado mal…

Pedro, vuelve a mirar de reojo al joven rubio, mientras, espera pacientemente que Manuel deje de seguir enojado. Se rasca un poco la cabeza al tiempo de rogar porque alguien se compadezca en traerle su vaso de refresco.

El Italiano realmente estaba perdido en los sucesos automaticamente volvio a presentarse ante las personas que habian Aparecido "Soy Feliciano Vargas y represento a Italia del norte" Dijo miradno a Manuel tratando de quitar la expresion de Sueño de su rostro "ah Antonio tambien estas" dijo bobamente "digo España tambien se ha hecho presente, buenos dias" volviendo a poner expresion perdida "churros" balbuseo

Sonríe débilmente al sentir la presión en su brazo.

-¿Ah? No, claro que no -responde, con fingida tranquilidad-. Sólo que se aburre y mira hacia aquí.

Echa un rápido vistazo hacia el rubio. Suspira.

-... Cierto. Tenías sed, ¿verdad? Creo haber visto alguna máquina exprendedora cuando corría hacia aquí -dice alegremente. Se levanta de su sitio, dándole una última mirada a Manuel-. Ahora vuel... ¡Ita-chan! -se interrumpe.

La cara se le inunda de una enorme sonrisa. Corre hacia él para apretujarlo entre sus brazos.

-Qué mono eres, Ita-chan~ No como tu hermano, que es un borde -dice, abrazándolo con efusividad-. Por cierto, ¿dónde está Lovi? ¿No vino? -pregunta, algo ansioso. La idea de volver a ver a Lovino le entusiasma-. Ah, perdona, se me olvidaba... -señala a Pedro- Pedro, él es Feliciano. Feliciano, Pedro.

Se siente estúpido, pero no le importa.

Libera a la Italia del norte de su agobiante cariño, sin dejar de sonreír. Le acaricia el pelo amistosamente y sale a buscar el refresco de Pedro.

Le alegro la Calurosa bienvenida que le habia brindado ESpaña "Lovino niichan?.. dijo que no queria venir, asi que no estoy seguro si vendra despues de todo me odia ... o eso suele decirme" sin borrar su sonrisa "aunque yo se uqe me quieres , y yo mono? gracias " dice sonriendo Feliz aunque algo perdido en los acontecimientos.

- Eh, ¿Que además de fascista eres pedófilo?

Dijo en voz alta, sonriendo con su eterna sonrisa de superioridad. Al tiempo que se ponía de pie y caminaba hasta Feliciano.

- Pobrecico, el no tiene ni idea de la clase de pervertido que eres. Que solo piensas en volverte uno con todos los que puedas. (!?)

Aun recordaba la época en que había sido de Antonio, le parecía todo un poco molesto. Sentía que Antonio había abusado de su inocencia, para su favor. Cierto, que ahora era diferente pero...¿ Realmente es tan fácil cambiar?
No lo creía.

- Seguro quiere hacerte una colonia, como hizo conmigo. (?)

Pedro le miro incrédulo, al escuchar la respuesta del español. Quiso suponer que si Antonio decía que no le caería mal al ingles, entonces lo más posible es que fuese verdad. En realidad, hace mucho tiempo que veía a nadie del continente europeo.

—… ¿Ita chan? –Repitió, al ver como Antonio se le pegaba al pobre chico de cara distraída-…
El chico le miro amablemente, ese joven parecía agradable. Pedro estiro la mano para saludar al recién llegado que sonreía desde los brazos del español.

—Es un gusto. Feliciano. –Respondió, cuando Antonio había terminado su rápida presentación-, puede ser una con mucho hielo, en verdad… muero de calor –informo, antes de ver como Antonio se perdía-

Pedro rio nerviosamente al escuchar la frase de Manuel, miro como se acercaba al italiano, y le decía alguna frase de las colonias, mientras le sonreía.

—Oh, no espantes al pobre de Italia, digo… al menos que quieras enfrentarte con Alemania, Manuelin~ -dijo de forma despreocupada al tiempo de sentarse de nuevo en su lugar-

"voverme una colonia?" pregunto con algo de inocencia y a continuacion de eso le formulo una nueva pregunta al español "de verdad quieres volverme una colonia de españa" preguntó haciendo sus tipicos berrinches de niño mimado el ignorante Italiano. "oh! por cierto" soltando al español "es un gusto Pedro" le extiende la mano con su tipica pero amigable cara de bobo.

Después de notar como había captado la atención del mexicano y el español, volvió a concentrarse en la novela que estaba leyendo. Miro el reloj de bolsillo para ver cuanto tiempo había transcurrido, ya estaba algo aburrido de esperar a los demás integrantes de la reunión.

Siguió leyendo atentamente el libro, pero esta vez no por la novela en si. Sino por el contenido oculto entre las hojas, estaba repasando algunas maldiciones. Quizás podría ocuparla algo de magia negra en alguno de los presentes...

"eh?" exclamo el Italiano al ver que el ingles no tomaba importancia a nada "que lees Arthur?" dijo colocandose a su lado "es algun libro de cocina" aunque el comentario de Feliciano fue totalmente improvisado, esperaba que no se ofendiese ante la pregunta "digo.. porque te gusta cocinar, no " volvio a sonreir con su cara de bobo.

Bufó con molestia. Ahora iban y le dejaban solo. Era injusto, realmente. Ademas, ¿Que coño hacia el unico, medianamente normal, dejandolo solo con estos criajos?
Suspiró, mientras veia como Feliciano -a su vista- acosaba a Arthur.

Negó pesadamente con la cabeza, si asi de anormales eran las potencias, menos mal que aun no aparecia africa o algun otro del tercer mundo.

Subió la mirada y cruzo sus ojos con los de Antonio, que venia de vuelta, con las bebidas.
Alzó la mano, imperceptiblemente. Mientras con los ojos, y una sonrisa timida, le expresaba lo desesperado que estaba por que llegara. Cuando estuvo a su lado, le arrebató uno de los vasos.

-¿Por que tardabas tanto? ¿ Que tuviste que ir e invadir a alguien mas para conseguir las bebidas?

Preguntó secamente. Pero en el fondo agradecido de que ahora no estaria solo.

Se molesto levemente por la presencia del italiano. Pero de cierto modo se sentía aliviado al pensar que era un libro de cocina.

-Si, me gusta cocinar – dijo tan bajo para que nadie escuchara, aun recordaba los insultos de sus aliados y enemigos respecto a su comida. - Es…una novela – aclaro.

Sonrió al abrir la puerta, como un saludo general a toda la sala. Había cogido más de un refresco, por si acaso; aunque tuvo que hacer malabarismos para que no se le cayesen y dejaran el suelo hecho un Cristo.

Nada más entrar se encontró con la mirada un tanto nerviosa de Manuel. Respondió como pudo -torpemente, con las manos ocupadas por las bebidas- al saludo. Se acercó a Pedro, entregándole el pedido.

-Aquí tienes. La verdad, no sabía qué traerte... -dijo, mientras reía despreocupadamente.

Fue donde Manuel y extendió uno de los refrescos hacia él. Antes de que pudiera decir nada, el venezolano ya se lo había arrancado.

Suspiró, escuchando al menor.

-Manuel... -habló, con tono algo cansado. Dibujó una sonrisa pequeña, acercándose la bebida a los labios-. ¿Por qué no te callas?

Se volteó hacia el español. Viendolo friamente, volvió a alzarse sobre las puntas de sus pies, para quedar a su altura.

-Es. Usted. Un. Fas.Cis.Ta.

Susurró, mientras se acercaba mas y mas, remarcando cada palabra con un golpe de su dedo indice sobre el pecho del mayor.

Cuando estuvo a pocos centimetros, entrecerro los ojos y entreabrio los labios. Pero se detuvo, bajo sus pies, volviendo a su estatura normal.

-Y una mierda, no. No puedo.

Susurró, mas para si mismo que para los demas. Dio un largo sorbo a su bebida. Rogando porque Antonio no viera cuan sonrojado estaba.