Visita Especial, D.F

Departamento de Pedro.

Acomodo el florero en la estancia de la mesa, mientras de su boca dejaba salir un silbido alegre. Cuando hubo terminado de acomodar la rosa blanca rebelde en el jarrón, se viro hacia la puerta, esperanzado que su invitado tardare un poco más. Realmente su casa no se encontraba muy ordenada, y aun sabiendo que le llevaría horas y horas en dejarla reluciendo, se le había ocurrido la noche anterior echarse el maratón de películas de terror. Se froto los ojos con un poco de cansancio, antes de terminar de aspirar la alfombra de su departamento.

—… Debo darme un baño –dejo escapar.

Pedro, reviso todo rápidamente, y al percatarse que todo se encontraba un poco más ordenado, dejo salir una sonrisita ladina. Se quito con rapidez el pañuelo de la cabeza, y el tonto mandil que había comprado un día de enero. Reviso el reloj cucu de la pared.

Era un poco más de las ocho de la noche. Y si no mal recordaba el amigo que esperaba llegaría pasando las nueve. Suspiro, antes de perderse en su pequeña alcoba.

Generalmente no era puntual; no era algo desconocido el que nunca llegase a tiempo a las conferencias mundiales. Pero esta vez había decidido salir a la hora y no quedarse distraído con cosas en el camino; el resultado; había llegado más temprano de lo esperado a la casa del Mexicano.

Solo esperaba que el otro estuviese en casa y dispuesto a recibirlo; si no tendría que ir a darse una vuelta al McDonalds más cercano a hacer tiempo; no era que le molestase en realidad, parecía una gran idea, pero prefería no pensar en eso de momento.

Se acercó a la puerta de la casa y tocó, esperando una respuesta.

Se rasco la cabeza de forma preocupada al no saber que era correcto ponerse. Él quería dar una buena impresión a su invitado, y personalmente era tan despistado que ropa formal casi no tenía en su closed. Se sentó en la orilla de la cama medio desnudo, esperando que alguna idea ingeniosa se colara en ese momento de desesperación. Se dejo caer en la cama, al entender que era un caso perdido.

Rodo un poco en ella, dejando que la toalla se le resbalara. Olio un poco de su propia colonia en sus sabanas. Cerró los ojos un momento…

—Demonios –dejo salir al escuchar el timbre de la puerta. ¿Por qué al tonto de Alfred se le había ocurrido llegar mas temprano de lo planeado?, pensó con desasosiego. Se levanto de la cama presuroso, olvidándose por completo que llevaba solo una pequeña toalla cubriéndole-… ¡Ya voy! –grito, esperanzado que Alfred le escuchara…

Ya se estaba impacientando en la puerta cuando escuchó el grito del mexicano. Miró el reloj, tampoco había llegado tanto más temprano, al menos el otro estaba en casa. Le había traído un regalo, asi que tampoco podía enojarse.

Hacía bastante que no visitaba la casa del latinoamericano, era un gran cambio de rutina que casi agradecía.

Estaba sumido en sus irrelevantes pensamientos cuando en eso se abrió la puerta.

— ¡Alfred! –grito, emocionado y efusivo, se abalanzo a su brazos olvidándose si el chico rubio podría sostenerlos. Restregó de manera infantil su mejilla con la del americano-. Perdona por hacerte esperar… -dijo, a modo de disculpa-

Pedro sonrió al tiempo de ponerse de pie, tomando la pequeña toalla que accidentalmente aun traía puesta.

— EH, creo que será mejor que entres –sugirió.

Le tomo de la mano, no dándole lugar a responderle. Le condujo hasta la sala, y con acento curioso le pregunto:

—… ¿Cómo ha estado tu viaje?

Apenas la puerta se abrió, un peso le saltó encima y se pegó a él demostrando su cariño, sonrió asumiendo inmediatamente que era Pedro y los sostuvo lo mejor que pudo, agradeciendo su resistencia física y altura.

"Nah, fui yo el que llegué antes de lo esperado no te preocup... ¡¿Por que estás vestido asi?! Asi... desvestido?" Preguntó entre curioso y shockeado. escuchando como el otro le decia que entrase y lo arrastraba dentro.

"Creo que es mas urgente que tú entres" Entró a la conocida casa, le daba algo de nostalgia verla tras el tiempo que había pasado pero sonrió.

"Normal, rápido. Es práctico vivir tan cerca." Dijo rápidamente y le sonrio divertido "No piensas ir a ponerte algo de ropa?"

—Bueno, bueno… -dijo al escuchar su respuesta por lo del viaje.

Pedro se miro a sí mismo, sonriendo como tonto al percatarse de su estado. Se viro hacia a Alfred de forma seria… Le dio una cálida sonrisa.

—Bienvenido, a tú casa…

Se sonrojo ante lo dicho, y sin decir palabra alguna corrió hacia su cuarto. Por alguna extraña razón se encontraba demasiado avergonzado.

— Puedes tomar lo que desees… -grito desde su habitación…

Sonrió ante las palabras del más bajo. Habían sido totalmente acogedoras. Al verlo salir corriendo penso en perseguirlo y lo hizo un par de pasos.

"Está bien, pero vuelve por que te tengo un regalo" Dijo antes de ir a colarse a la cocina del mexicano, sacando una soda y instalándose donde estaba anteriormente, esperando a que el otro regresase. Esta vez se imaginaba que vestido.

Escucho el grito de Alfred, y sonrió alegre por sus palabras.

Busco rápidamente lo más practico que encontró: una camisa sin mangas, y un pantalón holgado. Salió corriendo de la habitación. Le encontró sentando, tomando una soda fría. Le volvió a sonreír.

— ¿Qué me has traído? –pregunto, curioso. Se dejo caer junto a Alfred, mientras buscaba el control de aparato de música-. Alfred, ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que viniste? –cuestiono al tiempo de poner uno de sus dedos en la boca.

"Bueno, cierra los ojos" Depositó el pequeño regalo en sus manos, una cajita de chocolates Hershey's; segun Alfred no habían mejores. EScuchó su pregunta y su expresión se tornó pensativa. "La verdad es que no lo recuerdo, un montón de tiempo probablemente, las cosas han cambiado su tanto... pero no es momento de nostalgia!"

Notó su búsqueda por el control y se unió a ella, dando con el dispositivo. "Ten"
Esperó a que pusiese música antes de preguntarle, picando su mejilla (tenía una fijación con ellas) molestosamente. "Y que tienes preparado para mi en esta visita? Eres mi anfitrión..."

Sonrió. Estar con Pedro era un gran relajo; le gsutaba la interacción espontánea que se daba entre ambos.

Pedro accedió al pedido del americano, esperando ansioso poder descubrir que le había traidor… Poco a poco abrió sus ojos oscuros. “¿¡Chocolates!?”, pensó contrariado; sin embargo al ver el cambio del joven ante su pregunta, empezó a sentir un poco incomodo…

—Gracias –dejo salir al ver como le daba el control de aparato. Se rasco la cabeza de forma nerviosa al sentir como empezaba a picarle las mejillas-. ¿Qué tengo preparado? –repitió. Cerro los ojos con ademan de pensar la respuesta-. No lo sé –dejo escapar con sinceridad. Y es que en verdad él no lo sabia, siguió perdido en sus pensamientos, sintiendo el dedo de Alfred en su mejilla. Una idea un poco extraña paso por su cabeza-. Oyes, yo también tengo un regalo para ti… Cierra los ojos… -pidió.

"Por supuesto que chocolates, son hershey's la mejor marca de mi pais, y del mundo! los europeos eran malísimos!" dijo rápidamente.

"bueno, puedes inventar algo ahora! hay que ser creativos..."el otro parecía un poco ido, pero Alfred no se concentró en ello y siguió picándolo un rato antes de que el mexicano le hablase nuevamente." Un regalo para mi? Pero si yo soy el que vine a invadir tu casa! Se supone que debía traerte un regalo... no es necesario, enserio..." Vio la cara del otro y suspiró.

"Esta bien, solo por curiosidad..." Cerró los ojos y extendió una mano esperando, tal y como el le había dado el regalo al latinoamericano.

Le vio cerrar los ojos y extender las manos, una sonrisa de burla salió de su boca ante aquel infantil ademán; Pedro se acerco suavemente, sin hacer mucho ruido o cualquier movimiento brusco. Tomo la mano Alfred y la junto con la suya, se acerco poco a poco…

—Sabes… -le dijo, cerca de sus labios-, ahora mismo… -Le jalo con un poco de fuerza-. No abras los ojos… -le advirtió-, solo sígueme, te va a gustar el regalo…

Camino con él unos cuantos segundo, guiándolo, le detuvo enfrente de una ventanal. Pedro le quería a mostrar la cuidad de noche, y como en departamento donde vivía se encontraba con la ventana a lo que era el centro, se le había ocurrido darle una noche iluminada por las luces; tal vez no era tan genial como las noches en Nueva York. O como los grandes edificios que se venían en la casa de Arthur. E, inclusive no podía combatir con la impotente torre de Tokio de la casa de Kiku, aun así… El mexicano quería mostrarle lo grande, y fabulosa que se veía la gran catedral de su casa.

—No. No los abras a un… -inquirió. Abrió aquella grande y rectangular ventana, dejando que el aire de la noche se colara por la habitación. Le volvió a tomar de la mano, y con acento alegre, le informo:
—Ábrelos…

Sintió la ausencia de un objeto y la cercanía del otro con curiosidad y sin entender a que llevaría todo esto. Pero cuando el más bajo le pidió que lo siguiese solo asintió y procedió a seguirlo, pues confiaba en él.

Intentó mantener los ojos cerrados con la esperanza de no chocar con nada, pero no se imaginaba que el mexicano pudiese dejarlo chocar.

Cuando abrió los ojos, su mente se demoró en un par de segundos en registrar los acontecimientos; observó en silencio, algo muy extraño en él. Podía observar el paisaje nocturno y un sentimiento extraño de admiración lo invadió; no era como su propia casa, ni como la de Arthur, Kiku o otras ciudades de Europa, pero tenía su propio encanto. Se quedó un momento más cautivado, ciertamente la vista era un gran regalo. Algo altamente simbólico, concluyó. Y aunque no sabría poner en palabras o descrifrar en lo profundo que era lo que significaba, lo llenaba de emoción, apartó su mirada de la vista panorámica y la posó en el más bajo.

"Gracias... ciertamente es un regalo... poco común" Se acercó y lo abrazó por la cintura. " pero me ha encantado. Gracias!" Dijo sonriéndole animadamente y, tras ello, procedió a acercar sus rostros hasta capturar los labios del Mexicano en un beso de agradecimiento y cariño.

Al sentir los brazos del joven, se sonrojo por la extraña atmósfera que ambos, sin saber había creado.

—De nada –respondió. Los labios del americano le sorprendieron en principio, sin embargo, aquello no le impidió responderle de la misma forma. Enredo sus brazos por su cuello, esperando darle un poco de calidez a su cuerpo-, esto fue extraño –le dijo, al termino de aquella caricia-, es de las pocas ocasiones que me has besado porque te ha apetecido –informo. Pedro se acomodo su cabello negro que volaba por el aire suave de esa noche-, me gusto…

Lo miró con actitud ofendida.

"¡Siempre te beso por que quiero! ¿O crees que ando besando a todo el mundo? El momento lo ameritaba!" Reclamó aunque sonrió al oir sus siguientes palabras. Siguió la mano del mexicano a su pelo y paso una de sus manos por su cabello, deslizandola por entre las hebras en una caricia simple, admirando aquel cabello tan distinto al suyo... el tranquilo viento era bsatante cómodo... Se acercó un nuevamente para hablar cerca de sus labios.

"Entonces solo tendré que besarte más seguido, jeje" dicho esto volvió a besarlo.

Dejo escapar una sonrisa entre burlona y divertida. La respuesta de Alfred, si que no la esperaba, trato de torpemente de detenerla. Suspiro hondo, antes de responderle:

— ¿Siempre me besas? –Repitió- No. No creo que beses a todo el mundo, bueno… realmente no lo se… -rio nervioso-, pero… bueno, algunas veces eres muy romántico… Esa parte de ti es algo que no me imaginaba –término de decir-…

Miro a Alfred con detenimiento. Sus cabellos rubios resplandecían mágicamente, sus largas pestañas le hacían verse más apuesto de lo que ya era. Pedro le acaricio el rostro sin saber, acerco su frente con la de él, al sentir como el americano acaricia de forma tierna sus cabellos negros. Ambos eran tan distintos, tanto en carácter, fisionomía, lengua, que algunas veces el joven moreno no entendía como es que podía haber entablado una relación con aquel sujeto.

Abrió los ojos, topándose con aquellas iris azules. Se pego a él, para corresponder el beso que ahora mismo le daba, olvidándose de sus dudas, perdiéndose por completo en aroma tal sutil que desprendía la ropa del yankee.

—Alfred… -susurro-, sabes que me gustaría mucho que lo hicieras… -le dijo-, claro, no enfrente de Kiku, Arthur y Antonio que somos hombres muertos –comento graciosamente-, ¿no lo crees? –le tomo la mano-, vamos a adentro a seguir… ¿te parece?

"Un héroe debe tener su lado romántico, no te has fijado en las películas?" contestó rápidamente como si fuese lo más obvio y razón suficiente para su actuar.

Siguió el beso de forma lenta; algo raro en él pero adecuado al momento, notando la aceptación del latinoamericano con una sonrisa interna. Si bien no podría explicar como es que habían llegado a la relación que llevaban y tal vez ni siquiera describir con un término adecuado cómo era esta relación, no cambiaria por nada esta clase de momentos con el más bajo; ni siquiera por un almuerzo gratis en el McDonalds. Era una clase de complicidad silenciosa; de sentirse cómodo en presencia del otro.

"...Tienes razón, seríamos hombres muertos.La katana de Kiku es muy peligrosa..." dijo con algo de miedo en la voz. al sentir su mano contra la suya lo dejó guiarle siendo esta su casa. Dándole una última mirada a la ciudad por la noche. "Es una lástima no poder seguir apreciando la vista... pero siempre hay que seguir lo ya empezado, no?" sonrió y siguió sus pasos.

—Si, Kiku y su katana son de respetarse… y, no se diga Arthur, pienso que un día de estos me terminara invadiendo por todo lo que le debo… -confeso-, Bueno, no me molestaría quedarme un poco más, pero… -estornudo un poco-, el frío hace daño… y todavía tengo un poco de gripa…

Dejo de tomarle la mano, para caer en sillón de forma despreocupada, esperando que el chico le imitase.

—Ven, -le dijo al tiempo de abrir los brazos-, siempre he querido hacerlo, pero no había tenido la oportunidad… -confeso de nueva cuenta- Déjame por el día de hoy, yo ser el que te consiente a ti, ¿si? –Cuestiono coquetamente-…

-ahahah No creo que Arthur haga algo como eso, ya esta viejo para invasiones. Pero debe estar muy molesto...- se rió- debes cuidarte.- concluyó y cerró la ventana antes de seguir al más bajo hasta el sofá.

Se sentó a su lado y al tiempo de que abrió los brazos , se acercó abrazándolo quedando entre sus extendidos brazos con una sonrisa traviesa. Besó levemente su cuello y lo miró hablar; cuando terminó su expresión era de confusión.

"Consentirme?" oh, como le gustaba aquella expresión..."No estás siempre consintiendome?" Preguntó sin entender a que se refería.

— ¿Viejo, Arthur viejo? –Repitió incrédulo-, bueno… supongo, no lo sé. De todas formas, ya veré como me las arreglo. –Siguió abrazándolo de forma mimosa. Se acomodo mucho mejor en el sillón al sentir el beso de su cuello, se recostó antes de acariciar de nuevo sus cabellos. Se sonrojo al ver como le miraba con escrutinio-. Claro que no te consiento mucho… -confesó.

Se acerco a sus labios, besándolos tiernamente, suavemente, dejándose llevar por el ritmo que Alfred le marcaba. Disfrutando de aquel momento de intimidad que muy pocas ocasiones llegaba a tener con el rubio.

Pedro, no lograba descifrar la tormenta de sentimientos que le evocaba el joven que tenia encima de si. Con el paso de los años, se le fue haciendo costumbre ser dócil con él. No es que le disgustara, era que muchas veces, aquella docilidad le causa sin saber, problemas con sus hermanos del sur. ¿Era tan malo estar al lado de Alfred? ¿Era tan aberrante sentir aquel cariño hacia él?

El chico metió sus manos por debajo de la chaqueta de cuero que llevaba, buscando que sus dedos lograran colarse por su uniforme…

—No. ¿No te gusta que te consienta? –pregunto angustiado. De nuevo, pego su frente a la suya-, es malo consentir a la persona que uno quiere… Te quiero… ¿lo sabes, verdad?

-viejo para esas cosas, no viejo en sí- se rio nuevamente.

Sintiendo aquel tranquilo beso, lo profundizó levemente, pero aun llevando un ritmo calmado; disfrutando del momento.

Alfred, aunque muchos se riesen de solo pensarlo, se habia sentido siempre un poco solo; Aun cuando mantenía su relación con Arthur y se llevaba bien con algunos paises europeos y asiáticos, no era lo mismo. Como cuando durante las guerras había querido ser parte de aquella gran comunidad que era Europa, sintiéndose uno más para darse cuenta que, jamás podría estar a la par con ellos. Aun si estaban aliados, el estaba en otro continente. Jamás podría ser participe de aquella cercanía. Le llevaban años de tradiciones que el jamás comprenderia, compartían historia que el ni siquiera había vivido. Aqui en América solo tenía a Pedro y Matthew. Sin ellos se habría sentido totalmente solo en el mundo. Pero Matthew cada día lo rechazaba más y se acercaba más a Cuba y Rusia...

Los momentos con Pedro le hacían sentirse acompañado; de alguna forma seguro de que el otro siempre estaría ahi para dedicarle un momento de confianza o una sonrisa. aunque hubiesen casi más cosas que los diferenciasen a las que tenían en común.

"Lo sé, y yo también te quiero" Besó su mejilla." claro que no es malo, es muy bueno... puedes consentirme..." Sonrió traviesamente, sientiendo sus tentativas manos y dejándole hacer de momento.

Pedro siempre que analizaba la cercanía que tenia con Alfred, llegaba a la conclusión que había sido, por cuestiones de la”suerte”.

Desde tiempos remotos, siempre había sabido que en la parte donde, ahora habitaba Alfred, nadie se encontraba. Eso le producía a él un extraño sentimiento de temor. Y no era el hecho que él fuera un cobarde, era solamente que el hecho de haber sido conquistado, no había servido mucho a su carácter.

Aun siendo un indefenso país, recién independizado, al enterarse de que alguien viviese ese aquel lugar, le hicieron completamente feliz. ¡Porque por fin, él podría tener un vecino! ¡Jamás le paso por su cabeza, que aquel sujeto le arrebataría parte de su extensa casa!

Y, aun sabiendo eso… Pedro sabia que sentía algo profundo por Alfred. De esos sentimientos, que te lograban atar a una persona sin saber. ¿Podía sentir amor y odio al mismo tiempo? Le odiaba como odio a Antonio, y le amaba como amaba a Antonio. ¿Qué era lo que les diferenciaba entre ellos en su corazón? A Antonio le anhelaba, pero a Alfred le admiraba, sensación que le hacia quedarse a su lado, ayudándole en lo que pudiese. Pedro, quiso suponer que el hecho de haber escogido la separación de aquellos que le criaron, le hacían sentirse a ambos un poco más complementados.

Pedro no quiso pensar más, se perdió por completo en las sensaciones tan absorbentes que Alfred le hacia sentir. Removiéndose intranquilo en el sillón, al saber que realmente anhelaba mucho estar con el joven de la forma mas intima que pudiera realizarse.

— Me gustas mucho… de una u otra forma… -susurro-, por eso… a pesar de todo las malas relaciones que me acarre el hecho de estar a tu lado… no pienso dejarte solo… siempre estaré para ti, Alfred… -le beso la frente con ternura-, te importaría seguir en mi habitación –pregunto avergonzado.

Pedro se puso de pie al tiempo de alzar la mano para que la tomase…

—Vamos…

Escuchó sus palabras y una sincera sonrisa se dibujó en su rostro; distinta a sus clásicas sonrisas optimistas que eran casi inherentes a su persona.

- Muchas gracias... -Volvió a besar su mejilla cariñosamente - No sabes cuanto significa para mí...- no dijo más. Un héroe no podía enseñar sus débilidades. Qué sería del mundo si él caía? Todo aquello de que pronto China e India lo superarían era una total y vil mentira... Sus siguientes palabras hicieron una sonrisa traviesa decorar su cara. - claro que no, vamos.- Tomó su mano y se levantó para seguirlo por su casa hasta su habitación; de momento era mejor no pensar en tonterías y solo disfrutar el momento.

Nunca le había gustado mucho pensar de todos modos.

Le volvió a besar de forma suave. Se deleito con la calidez de su boca. Rozó con picardía la lengua de su acompañante, perdiendo se por completo en la locura que le hacia sentir cada vez que le tenia cerca. Pedro no pudo más que suspirar al sentir el aliento caliente de Alfred cerca de si mismo.

Le avento a la cama de forma ruda. Le miro con perspicacia, y sensualidad. Se dejo caer sobre el, jugueteando con su ropa, desabotonando poco a poco, uno a uno el traje del americano.

- Y, es aquí... donde el héroe... se deja atrapar... ¿no es así? -le dijo susurrantemente cerca de su odio-... Al-fre-d